Las Ama parecen sacadas de una poesía antigua pero existen en el mundo real. Son mujeres que se sumergen a pulmón en las profundidades del mar, vistiendo un tradicional traje de paño blanco, para recolectar ostras.

La región de Ise-Shima, en la prefectura de Mie, Japón, está repleta de tradición marina y de las historias fantásticas sobre las Ama. La primera mención sobre existencia de estas enigmáticas mujeres del mar data del siglo VII.

No hace tanto, a lo sumo 50 años, a la luz del amanecer se veía  una procesión de decenas de Ama. De edades entre los 16 y los 80 años, cruzaban la oscuridad del astillero iluminadas con antorchas de bambú. Algunas iban con el torso desnudo, vistiendo sólo un fundoshi (taparrabos) y un tenugi (pañuelo) a modo de gorro. Saludaba a su abuela y su madre, ambas Ama veteranas, siempre preguntándose qué las esperaría ese amanecer bajo las olas.

Una vez en el barco, vestidas con un traje tradicional de paño blanco, se sumergían en las profundidades, a veces hasta a un kilómetro a distancia de la costa.

Con la gracia de una sirena, tan solo impulsadas por su piernas bajaban hasta 10 metros de profundidad, desapareciendo para explorar el fondo marino en busca de sus presas. Si tenemos en cuenta que carecían de equipos técnicos -ni snorkel ni aletas ni escafandra-, no es difícil imaginar cuántas dificultades enfrentaban las Ama en esas aguas heladas y en medio de las peligrosas corrientes.

Los accidentes siempre presentes, los encuentros con tiburones no son desconocidos y siempre con un frío cortante en la piel

La clave no está en el tiempo que una Ama puede contener la respiración, sino la rapidez con que pueda recolectar. Bajo las olas la Ama necesita ser decidida y eficiente.

Las restricciones también han afectado a las Ama.

Las Ama originales buscaban ostras de perlas brillantes y se daba por hecho de que una hija seguiría a su madre en el mar. Una buena temporada podía hacerles ganar hasta más de 200.000€.
En los días de su apogeo, tras la Segunda Guerra Mundial, eran más de 10,000 recolectoras. Aunque las Ama que todavía siguen esa antigua tradición , su número es cada vez menor y los “botines” obtenidos del mar son cada vez más pobres. Hoy en día, no llegan a 1,500 y esa cifra sigue cayendo. En la bahía de Ago, concretamente, el epicentro de la fabulosa leyenda de las Ama, solo quedan 25.

Antes sacaban ostras, ahora solamente moluscos y mariscos. Pero cada vez sacan menos dinero. La realidad es que en un mal día, una jornada de buceo puede dejar tan poco como unos 2.000 yenes (unos 15€), escasa recompensa por jugarse la vida.

El altamente cotizado abulón, que podría ser su salvación, se paga en el mercado a unos 10.000 yenes/kg. (70€). el problema está en que las regulaciones gubernamentales, en un intento por estimular la regeneración de reservas y salvaguardar los niveles sostenibles de moluscos, continúan restringiendo su explotación cada año.

Las jóvenes ya no están interesadas en seguir la tradición lo cual ha supuesto que la edad promedio en su comunidad de buceo sea en torno a los 65 años. Increíblemente, la Ama más anciana, aún en activo, Ise-Shima, tiene más de 80 años. Si piensas en el buceo en Japón, ella es su máxima expresión

¿Tiene el mundo de las Ama salvación?

La salvación de las Ama puede ser su propia historia.

En el último año, cuatro tradicionales ama-goya, cabañas rústicas donde las buceadoras se resguardaban, se han abierto a los turistas, y veteranas Ama cocinan mariscos capturados a mano para los huéspedes.

¿Te gustaría vivir la experiencia de conocer a las Ama?

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