La matanza de delfines en Taiji: una herida abierta en el mar de Japón
Hay cosas que me cuesta escribir. Pero hay veces en que es necesario.
Japón es mi hogar desde hace más de 30 años. Aquí he descubierto un país fascinante, he buceado con tiburones martillo, caballitos de mar y criaturas que parecen salidas de otro planeta. Aquí he sentido una conexión con el océano que me ha cambiado la vida. Y precisamente por eso, me duele más.
Cada año, entre el 1 de septiembre y el 1 de marzo, en una pequeña localidad costera llamada Taiji, se lleva a cabo una práctica que ha sido duramente cuestionada por defensores de los animales de todo el mundo: la matanza de delfines.
Sí. Esto también ocurre en Japón. Y nos duele.
El ritual que divide al país… y al mundo
La bahía de Taiji se ha hecho tristemente famosa por las imágenes de aguas teñidas de rojo.
Es un lugar donde se capturan centenares de delfines bajo una legalidad basada en tradiciones pesqueras antiguas.
Algunos se sacrifican para consumo humano.
Otros —especialmente los ejemplares jóvenes y atractivos— se venden vivos a acuarios de Asia y Oriente Medio.
Para muchos en Taiji, esta práctica de matanza de delfines forma parte de su herencia cultural y de su economía local.
Pero para quienes amamos el mar y convivimos con su belleza día tras día, ver a estos animales —inteligentes, sociales, conscientes— sufrir, no es tradición: es crueldad.
El silencio del océano también habla de la matanza de delfines
Como buceadora, he compartido instantes inolvidables con delfines en libertad. Los he visto jugar entre las olas, formar grupos familiares, comunicarse con sonidos que parecen risas. He tenido la fortuna de observarlos sin jaulas, sin trucos, sin espectáculos. Solo ellos, en su mundo. Y eso cambia algo dentro de ti.
Cuesta imaginar que un país con una sensibilidad estética tan profunda, capaz de crear templos sumergidos o venerar al mar en rituales sintoístas… permita todavía la matanza de delfines.
Pero es una realidad. Está ocurriendo. Y es legítimo preguntarse si no ha llegado el momento de replantearla.
No estamos en contra de Japón. Estamos a favor del mar.
No se trata de señalar con el dedo ni de rechazar todo un país por una de sus prácticas. Se trata de avanzar. De defender lo que merece ser protegido. Y de alzar la voz —aunque sea una voz pequeña— para decir: el mar también tiene derecho a ser respetado.
Desde aquí, solo espero que el gobierno japonés, que ha dado pasos importantes en sostenibilidad marina, escuche también este clamor. Que se mire en el espejo de su océano… y decida estar del lado de la vida.
Yo, al menos, seguiré contándolo.
Porque amo este país. Y porque precisamente por eso, también me duele.
Y tú… ¿conocías este drama?
Cuéntanoslo en comentarios.



Qué terrible… no lo conocía y me parece tremendo.
Lo es. Parece algo increible en el siglo XXI
La verdad es que había oido algo de ello pero nunca había visto videos. Impresionante.
Es algo verdaderamente impresionante. Gracias por tu comentario
Se queda uno con mal cuerpo viendo estos videos.
Gracias por contarnoslo
Ningún animal merece un martirio semejante.
Gracias por tu comentario, Luis
Madre mía, qué barbaridad. Gracias por hablar también de estas cosas.
Gracias a ti, Juanjo, por leerme
Qué barbaridad… sabía lo de las ballenas pero lo de los delfines nunca lo había oído.
Sí, Esther, son de esas cosas de las que no se hablan pero que existen.
Gracias por tu comentario
Si las matanzas de ballenas me parecen una salvajada, esto ya no tiene nombre. Gracias por visibilizarlo.
Es muy duro….
gracias a ti por leerme
Nunca oí hablar de esta práctica. Es tremendo
Lo es.. ciertamente.
No sé ni qué decir… el video y el sonido es escalofriante. Gracias por contàrnoslo.
Sí que lo es, pone los pelos de punta. Gracias por leerme